A Joe Henderson
con carisma de saxofón tenor
Salían de un laberíntico rincón
golpes de tambor mayor;
quizás reflejos amarillos
en un saxo tenor
y enredados en él
acordes de una vieja melodía
que hizo trizas las lágrimas
del espantapájaros.
Joe Henderson tal vez en Nueva York
apostado detrás de su sonrisa
tirando aire de consagrar a su tristeza,
prestó sus cargadores a este hombre
que luce la corbata azul del senador
anclado hoy
en este, su país
de ensangrentada circunstancia.
A él que mora aquí sin la esperanza
porque se ha vuelto en él
sonido de tambor mayor
la indefinida espera.
El que no puede ver
esa sonrisa de la aurora
cuando amanece para Osvaldo Soriano
en Mar del Plata
el sur de su alegría.
Desde algún eco podrían regresar
los cantos de los pájaros
que se murieron en la infancia.
Pero no ese levísimo temblor
de sus dos manos
que atravesaron de norte a sur la piel
en plena adolescencia.
Podrían volver inmersos
talvez en un suspiro
ebrios aun los espirales del recuerdo
de los tiempos idos...
Pero no ese golpe de tambor mayor
que sembró de hematomas nostálgicas su pecho.
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Inmóvil, no lo podría mover
sino el silencio
que llega estacionario
a las palabras.
Pero se puede vislumbrar
estremeciéndolo por dentro
como si lo arrancara de su base
llevándolo con ella
en su recinto mágico.
Fatídico...
No parece más
que un tríptico símbolo
de alguna leyenda moribunda
que aún conserva fresco su misterio.
Fantástico...
Son de algún potentado sus vestidos
que conservan aún el hilo mágico
entre las finas telarañas del tiempo
ya extraviado
en las puntadas invisibles
de una aguja
que objetiviza
el pajar de sus sueños
Inmóvil
fatídico
fantástico
danza dentro de su propia sombra
en las noches
cuando danza la luna,
el espantapájaros.
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