EL SABOR DE MI TIERRA GUAJIRA

lunes, 5 de diciembre de 2011

Recuerdos de Riohacha.




EL VIEJO MUELLE DE RIOHACHA  

Por: León Griss

Como una prolongación física de su ámbito espacial, o más bien  como un brazo extendido hacía el horizonte marino, el muelle, el viejo muelle, como lo hemos conocido siempre, los que lo usábamos en nuestros mejores tiempos para echarnos la leva-no sé si así se diga todavía, Chente Siosi, tú que tanto lo hiciste-, es también la prolongación viva de la memoria colectiva de la ciudad, inefable territorio mediterráneo, en donde como en un viejo Galeón del tiempo de los piratas, permanecen anclados los recuerdos. Los recuerdos de miles de provincianos, riohacheros y de otros lugares, que en una u otra forma han ido dejando allí con el correr del tiempo, vivencias de las que no se puede deshacer fácilmente la memoria. Ese pedazo de soberanía guajira que hace parte de la identidad telúrica de la patria chica de Rafael Aarón Ucros y de Francisco J. Brito, que conoce tanto de su historia y ha hecho tanto protagonismo pasivo, y que ha visto tanto, por supuesto, y que ha callado como los buenos boyeritas, es quizá el sitio-personaje más característico de esta linda tierra, también de Francisco El Hombre y del gran amigo ausente César Ríos; es la insignia de la ciudad. Maderamen de recuerdos que se pasea por todos los tiempos con esa humedad parecida a la nostalgia y ese olor característico a jaiba y a cangrejo; eterno mirador de las gaviotas y de los alcatraces cuando en las tardes de penumbras vuelven la lentitud de sus alas un poema que viaja a la velocidad de la tristeza. Viejo muelle remozado con faroles eléctricos y bancos de madera en donde dejan sus testimonios los enamorados pintando corazones y sonoros nombres atravesados por una flecha de ternura; el tiempo que cada día pasa por su entarimado extendido sobre la piel del mar, el mismo que nos va cercenando los caminos-vieja prolongación de nuestros pasos que se hunden en el vientre del mar.



Yo que tanto he peregrinado volviendo a él más viejo, cada vez más lleno de recuerdos y de su nostalgia, veo cómo él se va remozando con nuevos atuendos y. hasta con nuevo nombre, con más visitantes que vienen de diferentes partes, con más enamorados y pescadores de ilusiones que tiran sus anzuelos en sus aguas de sueños. Y yo que ya no puedo con mi pesado fardo de recuerdos, cómo quisiera ser como el viejo muelle que permanece intacto, viendo llegar las gentes, los barcos y los nuevos tiempos que ya no le sorprenden como a uno que se va envejeciendo.






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